sábado, 10 de enero de 2009

El Encantamiento de las Formas

Un joven se encuentra de vacaciones en la playa cuando de repente recibe una llamada telefónica de su casa. Es su hermano menor. "Siento mucho informarte esto, pero pensé que deberías saberlo cuanto antes", dice el hermano. "Tu querido gato, de alguna manera subió al tejado y se cayó y creo que murió con la caída".

Esperando escuchar un tono de tristeza, el hermano menor se sorprende por la respuesta de su hermano: "¡Oye, oye! ¿No te enseñan nada en la escuela?" Antes que el hermano menor pueda responder el joven continua: "No le sueltes ese tipo de noticias a la gente así de esa manera. Las malas noticias siempre se dan de a poquito. Lo que debieras haber hecho es mandarme varios mensajes. El primero diciendo 'Tu gato está en el tejado'. El próximo mensaje diciendo 'El gato se cayó del tejado'. Luego otro con 'El gato está en condición crítica'. Y por último, una vez que yo esté preparado, me mandas otro con 'El gato murió'. ¿Ves? Así es como se dan las malas noticias.

El hermano menor se disculpa y promete que no volverá a ocurrir. Una semana más tarde, cuando nuevamente está comenzando a relajarse, el joven recibe el siguiente mensaje: "Nuestra madre está en el tejado".

Este chiste que conseguí en internet creo que me sirve para ilustrar lo que quiero decir. Creo que existe un divorcio entre las prácticas y los ideales democráticos, entre la forma y la esencia. ¿Qué hace a un grupo, organización o a una nación democrática? ¿Qué significa cuando se dice "ese es un pueblo democrático"? ¿Cuáles son los más altos ideales democráticos que tenemos? Depende, por supuesto. Depende del paradigma desde el que se haga la pregunta, y en ese sentido no creo que existan mejores o peores paradigmas, lo que existen son paradigmas más o menos limitantes.

Los paradigmas o visiones de mundo evolucionan y cambian. Anteriormente mencionaba como el paradigma político y la democracia actual eran más propios del siglo 17 que del siglo 21. Estamos muy apegados a las formas y en cierta medida lo que tenemos en este momento son democracias plásticas, parafraseando a Rubén Blades, donde "se ven las caras pero no el corazón". Creemos que por tener "instituciones democráticas" y tener el derecho a votar (no a elegir) a los gobernantes cada cierto tiempo, somos democráticos, lo cual no deja de ser una visión bastante primitiva de la democracia, una visión basada en un juego de suma cero: mi ganancia es tu pérdida y viceversa.

A pesar de lo anterior, creo que en este siglo seremos capaces de evolucionar hacia sociedades profundamente democráticas, donde la diversidad de ideas, pensamientos, sentimientos, emociones, deseos y esperanzas no será vista como peligrosa sino más bien como algo que necesitaremos para poder sobrevivir y seguir evolucionando. Donde finalmente nos daremos cuenta que no somos islas y que la vida se mantiene gracias a la interdependencia de todo lo que existe. La democracia pasará a ser un sistema de organización social en vez de uno para controlar la sociedad. Aprenderemos a comunicarnos más abierta y efectivamente entre nosotros, sin miedo a los conflictos, porque nos daremos cuenta que los conflictos son en realidad un llamado a la transformación y al establecimiento de relaciones.

Con lo anterior no quiero decir que seremos felices y comeremos perdices. Es sólo un paso evolucionario hacia sociedades más complejas, adaptables y auto-organizativas, pero sobre eso hablaré en el próximo escrito.

democraciaprofunda (arroba) gmail.com

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